Este jardín ubicado en la ciudad de Mérida,

se concibió como la envolvente necesaria para una vivienda de arquitectura contemporánea que disfruta de unas vistas privilegiadas y un encinar envidiable.

Las directrices de este proyecto de paisajismo fueron muy claras y se persiguió un resultado basado en la jardinería mediterránea de bajo mantenimiento, el respeto absoluto hacia la arboleda existente y la permanencia en segundo plano respecto de la arquitectura, la cual había que ensalzar sin restarle protagonismo.

De esta manera, el diseño del paisaje se va naturalizando a medida que nos alejamos de la vivienda, predominando las plantas arbustivas de porte medio-bajo autóctonas como el mirto, el romero, la lavanda o el tomillo. También se utilizaron otras variedades no autóctonas pero perfectamente naturalizadas en este clima y que aportan un aire campestre muy elegante. Este puede ser el caso de la Erigeron karvinskianus o la Gaura lindheimeri.

En el patio central de la vivienda se optó por la presencia escultórica de un olivo podado en “bonsái”, que hace las delicias de todo el que visita este espacio. La composición es minimalista hasta el punto de complementarse únicamente con alguna roca, varios ejemplares de boj y algunos agapantos, dejando destacar igualmente el telón de fondo que conforma la fachada revestida de mármol travertino.

La jardinería que rodea a las encinas es de bajo mantenimiento y los caudales de riego son mínimos, preservando así la vida de una arboleda enemiga de los aportes de agua.

Durante el proceso de las obras de la vivienda, se retiraron multitud de rocas que, con posterioridad, fueron reutilizadas para la creación de plataformas y como simples elementos decorativos.

Con la ayuda de vigas de madera también se crearon muretes de contención a la vez de construirse rampas y parterres. El elevado desnivel de la parcela requería de cierto banqueo para conseguir zonas de estancia y paseo cómodas.