Su sugerente forma de gota de agua supone una fusión perfecta entre arte, arquitectura y naturaleza. El nuevo centro de belleza, de exquisita sencillez, ocupa un emplazamiento único: el ático con vistas al mar. Dos aberturas ovales permiten que el aire, los sonidos y la luz del mundo exterior se introduzcan en este espacio orgánico, donde la naturaleza y la arquitectura viven su más íntima interconexión. En el interior, el visitante se sumerge en una atmósfera que cambia de hora en hora, de acuerdo con la posición del sol, y de una estación a otra. Este proyecto ha sido diseñado para interactuar con las calas circundantes, empujando los límites tangibles entre la arquitectura y la naturaleza. Supone una cuidadosa negociación entre la tierra y el cielo. Dos grandes aberturas elípticas definen y orientan el espacio. A los visitantes se les anima a caminar libremente por su espacio interior en una comunión constante con la naturaleza y espacio interior, dejando que éste recoja los sonidos del mar y el viento, que reverberan a través del espacio abierto.