La convicción de que un edificio más bonito se alquila a un mejor precio nos llevó a cambiar metros cuadrados por “metros de luz” y generar un gran patio central (que forrado de acero inoxidable parece aún mayor), para convertirlo en el auténtico corazón del edificio. La necesidad de permitir la máxima flexibilidad en un edificio cuyo destinatario final no se conocía conllevó demoler toda pared intermedia y tener que arriostrar los muros con un complejo sistema estructural. Una enrome claraboya de cristal preside el conjunto por el que silenciosos, suben y bajan los ascensores panorámicos.