Hammock, veganos colgados, Egue y Seta Egue y Seta Espacios comerciales Espacios comerciales
Hammock, veganos colgados, Egue y Seta Egue y Seta Espacios comerciales Espacios comerciales

Estar súper estresado y balancearse al mismo tiempo en una hamaca es altamente incompatible. Inténtelo y lo comprobará. Distraer a la gravedad entre plantas y amigos tiene efectos positivos casi inmediatos sobre el estado de ánimo y si lo riega todo con spirulina, cereales, clorofila y algún otro “supertrendy” “superfood” el bienestar y la imagen molona de jovial hipster preocupado por su alimentación y el medio ambiente están aseguradas. Si no lo cree, “descuélguese” por Hammock Juice Station (c/ Mallorca 308) y hágase un selfy poniéndose morado con un batido verde, postéelo en instagram y observe como el conteo de likes y seguidores sube a la par de sus defensas y los antioxidantes en su cuerpo. Una vez saciada la sed (de popularidad?) déjese de postureos veganos y dedíquese a disfrutar. La carta y el local están pensados para ello.

Dos patios de coloridas hamacas unipersonales separados por una gradería a dos alturas bajo una cortina vegetal se enfrentan a tumbonas circulares de pared y bicis dobles, con mesa de por medio pero “face to face” (es como una bici tándem pero en posición “misionero” y con tapeo vegano). Y es que lo de sentarse “a secas”, en Hammock, simplemente no va. Ahí el asunto es tumbarse, subirse, acurrucarse, mecerse o pedalear, entre fibras y tintes naturales, materiales honestos y acabados rústicos. Las hamacas, aquí, en principio no son para compartir -aunque cada una aguante unos 300kg- pero todo lo demás si: Los 360 grados de giro le permiten a la “colgada” del Bulldog Francés, hablar con el chico de en frente, con el de al lado y con el de detrás que en el nivel más alto de la gradería y tras la hiedra, hace como que no está embobado mirando a la chavala de los shorts de mezclilla, cuyas piernas orgánicamente bronceadas hasta un tono zanahoria atraviesan ahora la circunferencia de hierro “anti-oxidante” que flota sobre la pared de tocho “paint-free”, mientras “pone verde” (en este caso esto es bueno) en su blog “crudi-bohemio” este sitio tan “enteramente libre de toxinas ”. No todo, sin embargo, es buen rollismo neo-hipie en este local, y como no hace falta ser vegano para disfrutar de la frescura, puede darse el caso de que las hamacas estén todas ocupada, las bicicletas montadas y los anillos llenos de adictos al zumo que cuidan con recelo sus columpios low tech. Sino encuentra su sitio o no dispone del suficiente tiempo, no renuncie a la experiencia y entréguese al menos a la bebida: acérquese al fabril pero vintage carro refrigerado, pida un “Detox 6-pack” para llevar y diríjase hasta el parque o gimnasio más cercano: el empaque y toda la imagen de Hammock son inconfundibles y seguramente le darán material para fardar entre la tonificada concurrencia. A nivel estético, como los zumos de fruta, el interiorismo de Hammock va de un colorido siempre natural y cambiante a cargo de las fibras teñidas de las hamacas y de las plantas colgantes que coronan el local; de texturas contrapuestas que combinan la áspera rugosidad del ladrillo con el brillo del hierro desnudo o la transparencia del cristal; de frescura y calidez a partes iguales, aportadas por los cementos pulidos, los textiles y la madera respectivamente; y de una decidida negación del artificio que hubiese intentado “refinar” todo lo anterior bajo capas de lacas sintéticas y haces de luz multicolor. Esto último, como el aire acondicionado o la calefacción, los edulcorantes, los conservantes o todo lo producido en serie, está reñido con la “filosofía” de sus dueños, y si vemos lámparas, mobiliario y elementos decorativo de tipo industrial, es porque probablemente sean estos elementos los que encontraríamos amoblando un establecimiento auténtico, añejo, en el mercado del pueblo o de producción local. La filosofía Hammock, para qué negarlo, ahora mismo está de moda y es “guay”. Sin embargo, hay algo innegablemente bueno y eternamente vigente en aquello que la tierra viene produciendo desde que el mundo es mundo; y algo de humildad no exenta de sabiduría en sus dueños por ofrecérnoslo sin aditivos ni filtros y en el corazón de la ciudad. En Egue y Seta hemos querido descolgarnos y contagiarnos de su frescura… Te apetece columpiarte con ellos?

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