Un día en casa de una amiga en Madrid, hice un dibujo de su terraza. Encima de la mesa había un recipiente grande, como una jofaina, con agua y unos pececillos rojos. La ilustración tenía muchas cosas: las plantas, el toldo, la luz entrando y los reflejos en la mesa y el gran plato hondo con los peces. La envié al New Yorker y la publicaron en la portada. Más tarde cuando empecé a pensar que temas podría usar para decorar los lavabos, me acordé de la portada del New Yorker. Está bien lavarse la cara con el agua de la charca de los peces rojos.